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NO PUEDO................ una lección

  • Lic. José Stefan Bruzual Cedillo
  • 3 ene 2016
  • 4 Min. de lectura

En los años sesenta, conocí a Carlos; un joven como cualquier otro, pero a la vez un joven especial. Quizás se piense en la capacidad académica producto de una desarrollada inteligencia precoz; pero no, nada de eso. Carlos es un joven de la secundaria, para quien la vida es un problema si no le resuelven las distintas y variadas mañanas, tardes y noches por transcurrir.

Se podría pensar que a esa edad, cuando todo es ilusión y esperanza de nuevas emociones y experiencias, la vida es un reto. Para él tal desafío es todo un problema a resolver pero...no puedo ser yo, pensaba en voz baja. Una voz menguada que quería gritar a los cuatro vientos: ¡Háganlo por mí!, ¿Por favor?....NO !!! Están obligados a hacerlo por mí!!!

Se preguntarán por qué pensar de tan particular manera, por qué ser un joven tan especial, en tan polémica vivencia de una década en donde todo es cambio, renovación y revolución, Carlos piensa así, ¿Es que acaso piensa? o ¿Estará esperando que piensen por él? Quizás, ya que él como centro de la creación se lo merece todo, incluso que otros piensen por él, de modo que tal actividad está signada por un profundo y corpulento NO PUEDO...

Tal negación lo lleva en el transcurso de los años a una situación de contemplación de su permanente voy a hacer, estoy pensando, estoy esperando que la suerte me ayude, pero...la suerte ha sido la constante ausente de la vida del hombre, sencillamente porque ella no existe, pero a la vez es "La Meca" advenediza de una humanidad que como Carlos, la espera en la ventana cada mañana y si no llega a buscarlo no se mueve del sitio, contempla el día, sin intentar la aventura de vivir esas veinticuatro horas de maravillosa aventura humana: Vivir!.

Recuerdo que un día cualquiera, Carlos llegó al término de la Educación Media, bueno, permítame corregir, los docentes impartieron clases durante seis o siete años, pero, un momento, ¿La Educación Media no son cinco años?, sí, pero durante dos años cuando tuvo que repetir, por haber reprobado, el NO PUDO hacerlo, era mucho el riesgo y el esfuerzo; los años aprobados, en la práctica los cursó su madre, quien lo consideró siempre su hijo entre una camada de cuatro, pero a éste había que ayudarlo, ya que el ¡NO PUEDE! . Menudo inconveniente, un bachillerato cursado sin haberlo vivido, algo así como estar anestesiado frente a los exámenes, trabajos, interrogatorios, esfuerzos, asistencia, permanencia y todo lo que usted pueda imaginarse que conforman los avatares de un alumno de Educación Media, en la Venezuela de la polémica e increíble década de los sesenta.

Una vez, desde la ventana de mi habitación de adolescente, pude observar todo un barullo en la casa vecina, era la casa en donde Carlos transcurría sus días cuidándose de los riesgos de la vida, se escuchaban voces aireadas y por demás expresiones de justificación para con el especial joven liceísta y nunca bien ponderado estudiante. Al transcurso de los días, me enteré cual había sido el motivo de tal movilización familiar de mis vecinos; resulta ser que un docente de Literatura, nada más y nada menos que, Carlos Gauna, se había atrevido a exigirle a tan especial joven, la lectura de La Ilíada, que barbaridad, señores, se le ocurrió a este docente, asignar en clase de Humanidades tal exabrupto, sin tomar en cuenta que un alumno tan esmerado como él y en tan corta edad podía leer tal obra, tan extensa, para lo cual el NO PODÍA. El Profesor debía esperar que el joven madurara con calma para enfrentar tal reto. Pero, no nos hemos preguntado que piensa nuestro alumno al respecto, en lo más íntimo de su ser, en donde la verdad es pura, es única, es mía, es tuya, es de cualquiera en particular. Carlos quería leer, hacer, construir, pero para él, los grandes proyectos se preparan con calma, hasta que las condiciones le favorezcan ampliamente, de lo contrario la espera continúa y el deseo de hacerlo y lograrlo aumenta, no obstante no lo hace, NO PUEDE hacerlo, ya que ello implica riesgos de fracasar, no soporta enfrentarse a tal situación, ante fatídica posibilidad.

Un día, ya egresado de bachillerato...perdón, corrijo, el bachillerato le hizo el favor de egresarlo, porque él por su linaje y abolengo, se lo merecía indiscutiblemente, salvaguardándolo de todo riesgo vivencial; su madre le regaló un vehículo, a objeto de poder ir sin riesgos a la univesidad, pero señores...no la Universidad Central de Venezuela, en donde se la pasan gritando ¡Estudiar y Luchar!, ¡Patria o muerte, venceremos!. NO por favor, él por ser tan especial NO PODÍA...NO PUEDO ir a tan revoltosa universidad, en donde corre muchos riesgos y el principal...¡El de vivir!; no por favor, el tiene que estar en una universidad privada para garantizarse una educación en estos tiempos de los sesenta y no correr riesgos. No obstante la conciencia, su ser reclamaba la vida tal como los vecinos, tal como los demás del Liceo, pero no podía hasta tanto alguien le permitiera y le facilitara el proceso de llegar al título de Admnistrador bien merecido por tan insigne alumno y que se convertía en orgullo del vecindario, tener a Carlos siempre en gestación de vida... Ah! se me olvidaba decirles que tan insigne personaje ingresó a una prestigiosa universidad privada, pero NO PUDO continuar, ya que un docente le calificó una asignatura con nota reprobatoria y ante la imposibilidad de aprobarla, que implicaba estudiar y rendir la prueba de reparación, Carlos optó por diferir sus estudios para otra ocasión, pero no de la misma manera que lo puedo hacer yo, sino dándole un puñetazo al docente y dejándolo inconsciente en el aula universitaria. Carlos NO PUDO, Carlos NO PUEDE ingresar de nuevo; el continúa esperando la nueva oportunidad que la suerte de la vida le brinde, sin embargo parece que la vida y todo en la vida, para él se sintetiza en una expresión...NO PUEDO. Carlos vive aún en el mismo vecindario, en la misma habitación, en la misma cuadra; y se me olvidaba, ahora no consigue trabajo, no puede trabajar por su avanzada edad...cuarenta y cinco años, además pertenece al Club de los Abuelos y no tiene nietos, pero acá la vida le permitió, le facilitó algo, al fin, ser abuelo sin tener nietos, como debe ser, así ¡SI PUEDO!...GRACIAS!


 
 
 

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