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EL HOMBRE Y LOS SIMBOLOS: UNA APROXIMACION AL PENSAMIENTO DE C.G. JUNG

  • Lic. José Stefan Bruzual Cedillo
  • 9 ene 2016
  • 3 Min. de lectura

Cada uno de los hombres, porta en sí y encuentra repentinamente en el mundo, los símbolos, ellos son auténticos recuerdos; pero a la vez son también descubrimientos propiamente dichos. Es preciso observar que no vemos jamás las cosas por primera vez, sino siempre por segunda. Por lo tanto las descubrimos y a la vez las recordamos.

Todo ser humano posee una riqueza íntima de figuraciones, las cuales constituyen el arsenal de asombros; se les encuentra, en los instantes más insospechados de la vida, sugeridas por un encuentro, ante una distracción, por una alusión; y en cada oportunidad, se fija la mirada como si estuviese observando a través de un espejo. Es en sí una realidad enigmática y cercana, tan poderosa cuanto constantemente está a punto de revelarse y nunca es descubierta. Acontece que se piensa en ellas adrede, como recuerdos que son, y el hombre se esfuerza por remontar su movimiento, como si se tratase de un secreto. Pero es el caso que no tienen origen, y ésa es la cuestión. Al tomar en cuenta su principio, no existe una primera vez, sino siempre una segunda : estamos en presencia de una ambigüedad, es recuerdo y a la vez comienzo de existir.

Cabría preguntarse el por qué de esas figuraciones y no otras, así como también preguntarnos, el por qué ante tantas imágenes, nos toca el impacto de la segunda vez, si tomamos en cuenta, que ellas no fueron las más insistentes. La familiaridad con hechos y cosas no es suficiente para darles la connotación de recuerdo. La designación se realiza según variados motivos, de no ser por la seriedad que muestran los símbolos, haciéndonos creer que en ellos se condensa la esencia misma de la vida individual. A estas alturas, tocamos el plano de lo instintivo, si es realmente el instinto lo que nos lleva a ser lo que somos y por demás insistir en el sentido de nuestras premisas fundamentales.

El hecho de que los recuerdos guarden la fuente misma, significa exactamente que surgen en la esfera de ser y del éxtasis; no hay el antes y el después, la segunda vez siempre es la primera, ya que no existe el tiempo. Lo que es, simplemente es, el instante equivale a lo eterno, a lo absoluto. No puede tener inicio el símbolo de una realidad, que para el instinto humano nunca ha tenido inicio, simplemente es.

Se sabe que en nosotros la imagen inesperada no ha tenido realmente un inicio, por lo tanto la elección se produce más allá de la conciencia, más allá de lo cotidiano y de los conceptos habituales; se repite cada vez en el plano del ser, por naturaleza, por inspiración, por pensar.

Estos símbolos de nuestro ser humano, vienen a ser distintos del ideal de vida, que cualquier persona pudiera descubrir en ellos. Lo que permite reconocer a los símbolos es el esfuerzo cognoscitivo que nos imponen, la tensión permanente de todo el ser humano para fijarlos e incorporarlos finalmente. Por lo general, su materia, es la misma de los ideales de vida o dicho de otra manera, los ideales se han conformado junto a estos elementos, a estas figuras que producen en el espíritu humano, lo más vistoso del sueño, donde afloran hechos de la experiencia cotidiana y refleja. Al analizar la presencia de los símbolos en el pensamiento del hombre, habría que determinar en qué medida actúa el descubrimiento-recuerdo, la influencia de la poesía, la lectura, la audición o la contemplación. Nos preguntaríamos además, por cuáles de estos símbolos somos realmente deudores de los poetas, como designados para captar y transmitir el lenguaje de los dioses.

Nosotros admiramos de la realidad sólo lo que ya hemos admirado una vez, pero es el caso que admirar significa expresar dentro de sí mismo, esto se resuelve aceptando que el primer impacto con la realidad se ha producido a través de las expresiones fundamentales que de esa realidad se manifiestan a nuestro alrededor; con tales expresiones arribamos a aquella vez única, que puede extenderse a varios momentos reunidos en una experiencia. Por consiguiente, todos somos creadores, en cuanto somos intérpretes de nosotros mismos y del mundo. Por esto afirmamos que los símbolos, son una cuestión de gusto, sí, pero de gusto activo, son en sí la respuesta de nuestro instinto a las distintas instancias de la cultura.-


 
 
 

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