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ACERCAMIENTO AL CRIOLLISMO EN LA OBRA DE TERESA DE LA PARRA

  • Lic. José Stefan Bruzual Cedillo
  • 4 feb 2016
  • 6 Min. de lectura

Teresa de la Parra, escribe a Rafael Carías, en carta fechada el 5 de marzo de 1927..."Yo no me siento capaz hoy en día de escribir sino cosas criollas.../.../... una novela escrita por mí que ocurriese en París, sería tan lamentable que no la acabaría nunca"... ; la autora manifiesta abiertamente su acercamiento al criollismo, el cual demuestra en su obra Ifigenia, así como también en Las Memorias de Mamá Blanca, donde muestra una visión criollista de la vida.

Cuando adentramos en Ifigenia, detectamos el acercamiento criollista, María Eugenia llega de París y el primer contacto con las tierras venezolanas es negativo; a la libertad que para ella significa París, se oponen unos lazos familiares, evidentemente opresivos, desde un principio y una sensación que se transmite también a la realidad exterior, a esa Caracas, en donde el tiempo parece detenido y anclado en su pasado colonial. La novela sin embargo, mostrará el visible proceso de cambio que se hace notar en el ánimo de María Eugenia, su aceptación de esa sociedad colonial y por consiguiente el encuentro con lo bello de esas calles coloniales, de sus ventanas enrejadas y todo ese heredado ambiente del pasado. En términos dialécticos, aparecen en la novela dos espacios de notable valor simbólico: la casa de Mercedes se transforma en un refugio para María Eugenia, allí, fundamentalmente en esa habitación decorada con ambiente modernista donde ambas mujeres dialogan en intimidad, la protagonista se mantiene evasiva de la realidad inmediata. Otro espacio a considerar, es la casa de la abuelita, el que terminará triunfando, sobre todo si nos imaginamos la escena en la que María Eugenia, aceptando su lugar en esa sociedad tradicional, toma lugar ante la ventana enrejada que da a la calle. Contrastando a lo moderno, de frente, a lo que representa Europa, aparece la herencia, la tradición. En el transcurso de la novela este proceso de decantación por lo tradicional se reafirma mediante una exposición ideológica en la cual se le da valor a la tradición heredada de los tiempos coloniales, y por demás una conceptuación de la raza haciendo hincapié en las raíces de la propia España.

En Las Memorias de Mamá Blanca, se parte, desde el principio, de la elección de este modelo netamente tradicional, lo cual podemos denominar visión criollista de la vida. La novela nos presenta a la anciana Mamá Blanca que ha querido continuar viviendo en su casa, realmente de tipo colonial. Los recuerdos de ella, nos trasladan a un espacio donde se idolatran esos valores criollistas, sin necesidad alguna de que sean defendidos, ya que se parte de unas premisas que consideran la bondad del sistema y que son los elementos justificativos de la aparición de numerosas escenas de alto valor criollista, entendidas éstas en la definición concreta con que el término criollismo acostumbra a usarse. La mayoría de los episodios referentes a Vicente Cochocho, a Daniel el vaquero, al trapiche, son por sí mismos pequeños cuadros costumbristas donde resalta el encanto de la vida rural. Velia Bosch ha profundizado en términos lingüísticos, esa actitud criolla y es notable cómo Teresa de la Parra capta unos usos lingüísticos netamente populares que dan verosimilitud al mundo narrado. Tomando en cuenta esos factores, se pueden afirmar que es evidente el paralelismo entre Las Memorias de Mamá Blanca y otras novelas innovadoras, aparecidas por la misma época, como Doña Bárbara o Don Segundo Sombra: los pasajes de costumbres son abundantes en ambas novelas, no con la finalidad de presentar a determinados personajes y su tipología, más o menos exóticos, como se daría el caso de la novelística romántica, sino porque en conjunto, esos rasgos criollos son determinantes en la creación de un marco fundamentalmente diferenciador como es el definido por lo americano. Las Memorias de Mamá Blanca, constituyen un ejemplo de una visión vital que establece correspondencia, identifica, la felicidad con modos de vivir tradicionales muy ligados al campo. Se plantea en consecuencia, un modelo, que no es otro sino el que aparece en Las Memorias de Mamá Blanca, constituido por una sociedad rural de trabajadores del campo o tal vez colonos, dirigida por una familia de hacendados. Tanto los colonos como los hacendados disfrutan de perfecta armonía, y cada cual, de acuerdo a su status social participa de la felicidad que es consustancial a esta sociedad limitada espacialmente.

La garantía de que ese mundo siga existiendo se encuentra en relación directa con su autonomía; así, es un paraíso, es la exacta representación concreta de una utopía, la de un mundo rural americano. Múltiples son las escenas que se entrelazan por ese sabor criollo que identificamos con lo costumbrista, pero más profundo aún, esa actitud criolla se configura como el modelo de una sociedad tradicional y americana.

De manera global, Las Memorias de Mamá Blanca, establecen la dialéctica ciudad-campo en términos negativo-positivo. La falta de libertad de espacio, de alimentos, el proceso educativo, las convenciones sociales, todo forma un extenso campo semántico negativo que aparece desde el momento en que la familia es transferida a Caracas. La ciudad y el campo aparecen como realidades antagónicas.

Este sentir criollo, americano, de Teresa de la Parra, está presente en sus cartas y conferencias. Resulta interesante recordar sus visitas a los negros de Cuba, en los que puede apreciar el exotismo de sus creencias, el modo de vida que conserva lo popular y por supuesto lo tradicional. En la novela Ifigenia, destacan numerosas alusiones criollistas : la atracción que María Eugenia siente por los mulatos y negros, sus profundas confidencias con Gregoria que por demás no gustan a la tía Clara, son una suerte de inconsciente acercamiento a esa realidad del mestizaje americano, por más que ella pueda considerarse como Mercedes, blanquísima por los cuatro costados.

No llega Teresa de la Parra, a desarrollar una teoría sobre el mestizaje que, en Ifigenia, lo mismo que tantos otros tópicos, es objeto de debate científico. Si este criollismo, entendido como vivencia de lo netamente americano acerca la obra de Teresa de la Parra a lo popular, por el contrario hay otros aspectos que aunque coincidiendo ser manifestaciones criollistas, parten de unos planteamientos diametralmente opuestos.

Podemos afirmar que existe un sentimiento aristocrático de la vida en las dos novelas de Teresa de la Parra. En Ifigenia el concepto de familia se encuentra totalmente vinculado a la herencia de unos apellidos que obligan a sus miembros a un comportamiento específico dentro de la sociedad honorable a la que pertenecen.

En Las Memorias de Mamá Blanca, observamos la presencia de una familia de hacendados donde destaca su alta posición social y el esquema rígido de una división social; por un lado los amos y por el otro, los trabajadores de la hacienda. En los dos casos se transmite una ideología que hunde sus profundas raíces en esa sociedad mantuana que caracterizó a Venezuela, que se siente unida por lazos de sangre y por el carácter étnico de su raza blanca. Desde la perspectiva social, el declinar de esas familias señoriales ya había sido objeto de tratamiento en otras obras de la novelística nacional. Es el caso de Todo un pueblo, (1899) de Miguel Eduardo Pardo o deReinaldo Solar de Rómulo Gallegos. Aunque no es el tema central de las novelas de Teresa de la Parra, la desaparición de esa sociedad con características de aristocracia se hace patente en sus obras. En Ifigenia, apreciamos la decadencia de la familia de María Eugenia que depende del tío Eduardo, el cual no representa los ideales de esa sociedad. De igual manera, en Las Memorias de Mamá Blanca, la pérdida de Piedra Azul lleva consigo también el fin de un modo de vida. La carga ideológica que sustenta a estos grupos sociales presentados por Teresa de la Parra, podría calificarse bajo el epígrafe genérico de la nobleza del espíritu, lo cual concuerda con las tendencias neoplatónicas que aparecen ligadas al Modernismo, que a la vez son una manifestación evidente de franco rechazo a la sociedad burguesa. A este elitismo, en Teresa de la Parra, se une la presencia de unos ideales hispánicos de los que esa sociedad se siente heredera legítima. En Las Memorias de Mamá Blanca, las alusiones a este tema son abundantes. La narradora menciona su agradecimiento al primo Juancho por haberle enseñado a amar el alma idealista de la raza. Precisamente, es el primo Juancho quien mejor personifica esa tradición hispánica, su espíritu de la más rancia cepa castellana. Referencias a las ancestrales ciudades de España, a la figura de Don Quijote como personaje que encarna esos ideales, abundan en la novela. De manera constante observamos en el pensamiento de Teresa de la Parra, la defensa de esa tradición hispánica. También en Ifigenia, en sus conferencias y en su correspondencia, se observa la insistencia en esa defensa. En una carta de fecha 24 de diciembre de 1933, dirigida a Gonzalo Zaldumbide, le expresa: "Tu discurso sobre la obra de España en América no sólo me gustó mucho sino que me conmovió, por todo lo que coincide con el verdadero fondo de mis sentimientos. Yo quisiera hacerme una especie de religión de esas ideas: la importancia de la cultura española en todos nosotros y su influencia tan linda y tan feliz en todo lo afectivo".

En Teresa de la Parra, el formar parte de la tradición hispánica es una de las convicciones más firmes y sólidas, incluso podemos afirmar que es uno de los elementos que pasan directamente a su obra de ficción. El valorar esos ideales tradicionales en una época en que frecuentemente son contestados, es lo que permite hablar con propiedad de criollismo como actitud vinculante de los ideales de unos personajes, los de Teresa de la Parra, a un pasado colonial y a la propia España de donde provienen.-


 
 
 

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