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EL DIARIO : COINCIDENCIA DEL HOMBRE CONSIGO MISMO

  • Lic. José S. Bruzual C.
  • 18 abr 2016
  • 5 Min. de lectura

A través de los tiempos históricos, el hombre ha buscado la verdad, incluso la verdad coincidente consigo mismo; en este afán tropieza con las crisis, no pudiendo escapar a la crisis de buscar su imagen idéntica, inscrita dentro del espíritu y la filosofía de su tiempo correspondiente. Definitivamente, la crisis es una modalidad radical que asume la existencia humana. El hombre se ha planteado el concepto de mundo, pero éste, no es más que el conjunto de soluciones que él mismo halla para los problemas circunstanciales por los cuales transita. Por consiguiente, la confesión, la imagen que haga el hombre por medio de un diario, va inmersa en la caracterización de la formación histórica en la cual vive: su mundo, el mundo.

El hombre, en toda época, cuando plasma en sus escritos sus realidades, hace gala de su carácter individual, mostrando a través de los mismos, su imagen, pero a la vez, cuando lo hace, aparece un narrador, que escapa a sí mismo y le exige aún más, es ese el momento, en el cual, la carga filosófica de los tiempos muestra sus planteamientos y en consecuencia, la coincidencia consigo mismo, presenta una consideración de verdad, que requiere un análisis especial, partiendo de la base, que el hombre es él y sus circunstancias.

En todo lo escrito por el hombre, de manera general, se oscila entre dos términos extremos; la creencia de que Dios es la verdad y que la verdad es la ciencia, la razón humana. Por tanto, toda imagen humana, coincidente consigo misma, permite mostrar la adopción de uno de estos extremos; de allí hay quien se plantea una interrogante, ¿es posible mostrar mediante un diario, la imagen nítida y transparente de quien escribe, tal cual es?

El hombre, a través de la historia, está inclinado al saber, lo afirmó Aristóteles y lo ha repetido toda filosofía y todo pensamiento en general. Cuando se escribe sobre uno mismo, el hombre parte de la base del ser, es decir, que además de la relación que mantiene con nosotros, toda cosa, está lo que hace que la cosa sea, por lo tanto, toma en consideración tal noción, allí el hombre está inmerso en dos variables, constantes a la hora de mostrar su coincidencia consigo mismo: su verdad.

La búsqueda del ser de las cosas y por supuesto del ser de sí mismo, se nos muestra en todo diario, como una constante; incluso se toma como algo normal, el averiguar el significado de las palabras conocer y saber. Se piensa que el hombre es plenamente hombre cuando se ocupa en saber, y por supuesto en saber como mostrarse en una verdad, coincidente entre lo escrito y él mismo con sus circunstancias.

Dadas las circunstancias, se parte de la premisa, que debo como humano, formarme ante cada cosa o situación, un pensamiento, reflejando su ser, es decir, hacer que el pensamiento coincida con el ser de las cosas. De no lograrlo, no sé lo que las cosas son ni tampoco me conozco a mí mismo, en consecuencia se me imposibilita mostrar una confesión, una imagen idéntica a mí mismo: estaría, en este caso, ocultando la verdad, la coincidencia consigo mismo; un diario escrito en medio de estas nociones, no muestra lo cotidiano, muestra una ficción, no cumple entonces los objetivos de un diario, de una verdad, reflejo de sí mismo.

No se necesitan grandes explicaciones para llegar a la comprensión de que todo lo que se refiera al hombre, le es interesante, por lo tanto, si el hombre tiene un ser, es comprensible el preocuparse en descubrirlo. Pero se nos presenta una diferencia entre dos agrupaciones de hombres, el intelectual y el que no lo es. En la totalidad del pensamiento griego, en casi todo el medieval y en el moderno, flota la afirmación de que ser hombre es ser intelectual; en realidad no es comprensible, el por qué se obliga a todo hombre a interesarse en el ser de las cosas, si ese ser lo tienen ellas por su cuenta y aparte del hombre como individuo. La vida de cada hombre es lo único que para cada individuo hay, es en sí la realidad radical, y por eso mismo inexorablemente seria.

El hombre se encuentra ante las cosas teniendo que verlas de frente, para ello necesita estructurarse un programa de su conducta ante cada cosa, es decir, qué se puede hacer con ella, qué no se puede hacer, qué puede esperar de cada una. Necesita saber a qué atenerse con relación a las cosas de su circunstancia. Este es el sentido originario del saber. Pero es preocupante para el hombre, existir en el instante venidero, en el futuro y lo que en ese momento le puede ocurrir, allí está el sentido de la elaboración de un diario, el sentido de continuidad. El presente es importante, no tanto presente en sí, sino que ya es pasado al ocurrir, por lo tanto el diario cuenta con materia prima, dando paso a las páginas siguientes, allí entra en juego lo humano del devenir, aparece la tentación de torcer el rumbo de los acontecimientos y circunstancias. Lo grave para el hombre, es el futuro, el cómo será la otra página del diario, donde presenta su imagen, en medio de sus circunstancias.

El humano se adapta a todo, ya sea a lo mejor o a lo peor, pero nunca se adapta a no estar en claro consigo mismo, en relación a lo que cree referente a las cosas.En este orden de ideas, el hombre escéptico si logra estar plenamente convencido de su escepticismo, es decir que sea su auténtico pensamiento, que al pensar coincida consigo mismo, está en ventaja con respecto a otros, entonces a través de un diario, en estas condiciones, nos transmitirá una imagen fiel de sí mismo, pero intervienen además los elementos anteriormente señalados, como es el narrador y el futuro, garantes de la materia prima del texto en cuestión. Lo malo sería que el hombre escéptico, duda de si duda, porque esto nos indica que no sabe, no lo que las cosas son, sino cuál es su auténtico pensamiento.

El planteamiento sustancial, originario y único de un diario, es encajar el hombre en sí mismo, coincidir consigo mismo, encontrarse a sí mismo. Al vivir, el hombre es lanzado a la circunstancia, al conjunto caótico y penetrante de las cosas; en ellas, el hombre se pierde, no porque sean muchas, sino porque ellas sacan al hombre de sí, lo hacen otro, lo alteran y lo confunden, se pierde de vista a sí mismo. La solución es encontrarse a sí mismo, coincidir consigo mismo, estar claro acerca de la actitud frente a cada cosa. Lo importante es que cada hombre, efectivamente piense, en cada caso, lo que efectivamente piense, conduciéndose hacia la verdad.

El hombre para vivir, tiene que pensar, gústele o no. Si piensa mal, es decir sin íntima veracidad, vive en la angustia, problema y desazón; por el contrario, si piensa bien, encaja en sí mismo, lo cual constituye la definición de felicidad, es capaz de mostrar lo que realmente es, se acerca a la verdad, a la coincidencia consigo mismo; al plasmarlo en un diario, nos conduce al conocimiento de una realidad vivida y ahora transmitida en el tiempo.-


 
 
 

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