DON QUIJOTE: NOVELA DE BURLAS
- Lic. José Stefan Bruzual Cedillo
- 5 jun 2016
- 7 Min. de lectura
EL QUIJOTE, es una novela de burlas. Cervantes, vivió situaciones bastante dramáticas y que cualquier hombre no hubiese podido resistir, pero poseía un don muy particular: trascender sus circunstancias, burlando, por así decirlo las determinantes de la vida y a la vez alimentando su genio. Tal visión, corresponde, por lo visto, a la perspectiva del artista cómico, aspecto que a veces pasa inadvertido. Es mediante la simpatía, que Cervantes ajusta cuentas con el mundo. Su terreno predilecto es el de lo cotidiano, no el de lo extraordinario. Su vía de acceso a un equilibrio de seriedad, no es lo grave, sino lo leve.
En el umbral mismo del libro se nota con cuanta facilidad, en el ámbito de la risa cervantina, queda incluida la propia persona del autor. Cervantes parte de la premisa inicial, de no tomarse enteramente en serio. Las primeras risas suscitadas por la obra, repercuten en su totalidad, demuestra aquella convicción, ecos igualmente del juego irónico en el que se entrecruzan las voces de los diálogos. Da la impresión que subyace una postura humilde así como el acento un tanto mundano; como una especie de autosuficiencia cervantina.
En los diálogos que producen la risa cervantina, se destaca el juego entre notas de discreción y de ironía; lo cómico se cristaliza en la forma tangible de la risa. La risa burlesca aparece acompañando a la burla pensada, pero ésta se convierte fácilmente en carcajada, pero a ratos da origen, a una risa menos cruda; la que proviene de lo imprevisto. Por consiguiente adquiere naturalidad, un efecto de espontaneidad. De la misma manera se aprecia el entretejimiento de Don Quijote con estados anímicos o mentales visibles. Por otra parte, también la posibilidad de destacar el desenvolvimiento de un estado anímico determinado dentro de una imagen caleidoscópica de sentimientos, en donde la risa le corresponde a un sólo individuo o puede enlazarse con la risa de otros. En la burla y la risa, Cervantes denota además la felicidad y la alegría, risa robusta, sana, desinteresada, exenta de toda intencionalidad. También tenemos presente la risa motivada por simpatía y el propio calor humano, especialmente, en cuanto atañe a la caracterización de la figura de Don Quijote frente a Sancho.
Pero es claro que Cervantes ha fundido los dos tipos de la figura de Sancho Panza, en quien, en el transcurso de la novela, el bobo va cediendo el puesto paulatinamente al gracioso, nunca abandonado por completo. La risa que suscita Sancho Panza, va cambiando igualmente de carácter. Aunque la duquesa pretende convertir a Sancho en bufón, en un tonto listo, con plena anuencia suya, y se muestra a veces muerta de risa ante sus donaires, no cabe duda que ve en él igualmente al puro bobo. Con todo, la importancia de observaciones a Don Quijote, se remite al ingenio de Sancho Panza: "De que Sancho el bueno sea gracioso, lo estimo yo en mucho, porque es señal que es discreto; que las gracias y los donaires, señor don Quijote, como vuestra merced bien sabe, no asientan sobre ingenios torpes"... Éste último aspecto : "como vuestra merced bien sabe"... nos permite deducir que en la mente cervantina se enlazaba la observación de la duquesa con la de Don Quijote, que no podía conocer naturalmente la duquesa. Así deja traslucir, como creador, que ha sabido sacar del personaje tan simple del comienzo, un ser de comicidad y humanidad tan sorprendentemente polifacéticas.
Cervantes suele suscitar en sus lectores una reacción parecida, al indicar que Don Quijote y Sancho son el hazmereír de un público interno: Quién no habría de reír de los circundantes viendo la locura del amo y la simplicidad del criado?... La gente con que se cruza Don Quijote explota su locura repetidas veces siguiéndole el humor, eso es, aprovechando para reírse el desequilibrio temperamental que ha dado origen a una conducta poco corriente. Maritornes y la hija del ventero se retiran muertas de risa después de atarlo por la muñeca al pajar de la venta. El mismo barbero y cura de su lugar, amigos suyos de toda la vida, no dudan en explotarle el humor alguna vez.
Quien provoca la riña violenta, no es sino el mismo Maese Nicolás, el barbero: "como tenía tan bien conocido el humor de Don Quijote, quiso esforzar su desatino y llevar adelante la burla para que todos riesen"... El episodio resalta la habilidad cervantina en sentar las burlas en premisas verosímiles de psicología de grupo o individual, para que resulten algo más permanentes caricaturales. En ésta situación el factor clase es la disparidad de pareceres entre los que estaban al tanto de lo que pasaba y los que no lo estaban..."Para aquellos que tenían noticia del humor de don Quijote era todo esto materia de grandísima risa; pero para los que le ignoraban les parecía el mayor disparate del mundo".
En las burlas que se observan en EL QUIJOTE, hay evidencia ya de las tensiones que entrelazan la risa con emociones de otro tipo. Resaltan más éstas en situaciones menos burlescas, y principalmente en las relaciones de la pareja don Quijote y Sancho Panza.
Cervantes se vale de la dialéctica entre la risa y otros estados de ánimo para circunscribirla artísticamente, manteniéndola dentro de los límites que le impone su total empeño creador.
Tenemos otro ejemplo de un dilema entre risa y cólera, que los proporcionan las burlas armadas del castillo ducal. En el castillo, las doncellas de servicio han ido más allá de lo programado por los duques en materia de burlas a costa de don Quijote. Han programado una lavadura de barbas en la mesa después de la cena. El espectáculo que presenta don Quijote, invisible la cara bajo una espuma de jabonaduras, provoca las reacciones siguientes: ..."fue gran maravilla y mucha discreción poder disimular la risa; las doncellas de la burla tenían los ojos bajos sin osar mirar a sus señores; a ellos les retozaba la cólera y la risa en el cuerpo, y no sabían a que acudir: o a castigar el atrevimiento de las muchachas, o a darles premio por el gusto que recibían de ver a don Quijote de aquella suerte".
Los duques se muestran vacilantes entre su obligación de dignidad señorial y su inclinación irresistible y egoísta a la diversión a costa ajena. Las doncellas participan de ésta última inclinación, más se hallan libres de toda obligación de carácter social. Su único propósito ha sido divertirse a expensas de don Quijote. En una contingencia parecida, cuando Tosilos, lacayo del duque, renuncia de repente al papel señalado por su amo, negándose a entrar en batalla con don Quijote, se pone el duque muy colérico. Pero ante la tranquila explicación que hace don Quijote de la mudanza, ..."el duque...estuvo por romper en risa toda su cólera"...
Frecuentes son las ocasiones en que la risa se ve eclipsada por los sentimientos de otra índole. En casos más sencillos, éste fenómeno se reduce al conocido recurso del burlador burlado, cuyo prototipo es el bachiller Sansón Carrasco, "socarrón" por excelencia, como nos lo plantea Cervantes al ponerlo en escena por primera vez.
Estos episodios patentizan el hecho, de que la burla, una vez armada, suele cobrar vida propia y volverse contra sus iniciadores. Es lo que ocurre con Altisidora cuando no puede más con su papel de doncella muerta de amores por don Quijote. Ante el desaire terco de éste..."Altisidora, mostrando enojarse y alterarse, le dijo: "Vive el señor, don bacallao... que no soy yo mujer que por semejantes camellos había de dejar que me doliese un negro en la uña"...
"Los sucesos de don Quijote o se han de celebrar con admiración, o con risa", apunta Cervantes; por eso con respecto a uno de los clérigos, aunque sería..."la extraña catadura de don Quijote, la flaqueza de Rocinante y otras circunstancias de risa"... no se ríe sino que contesta con cortesía a una amonestación o insinuación no muy amable de don Quijote. Pero ante la exigencia de éste que abandonen una imagen de mater dolorosa que llevan, la cual para don Quijote es una señora cautiva,..."cayeron todos...que don Quijote debía de ser algún hombre loco, y tomarse a reír muy de gana; cuya risa fue poner a la cólera de don Quijote. Observamos que el efecto ha sido la risa burlona, por un lado y el júbilo que provoca la locura por otro. Son elocuentes las risas no previstas que aparecen al margen de las burlas preparadas. Tenemos un ejemplo en el encuentro de don Quijote con el eclesiástico de la casa ducal, al sentarse a la mesa con don Quijote y los duques, reacciona con actitud displicente ante el malicioso cuento de Sancho sobre la procedencia de asientos. El disgusto del eclesiástico aumenta el gusto que reciben los duques. Con frecuencia la obra nos presenta risas como la del duque, que van prolongándose con ímpetu propio.
Parecerá extraño, pero el mismo don Quijote no es ajeno a la risa de alivio y alegría; es evidente que Cervantes introduce en la obra las diversas acepciones sobre el concepto de la risa y los fenómenos que bajo ella se cobijan. Si don Quijote quiere que la aventura permanezca secreta, es por saber que la risa del mundo sería de escarnio y no de simpatía.
Más fugaz es el desahogo que se percibe en la última risa burlona de don Quijote, en vísperas ya de su muerte. No se dirige a Sancho, quien no está presente; la provoca Sansón Carrasco, al sugerir a don Quijote que en la vida pastoril que tienen en vista, Sancho podría "celebrar a su mujer Teresa Panza con nombre de Teresaina". Cervantes aclara que es la aplicación del nombre lo que provoca la risa de don Quijote.
En años recientes, ante la cantidad de interpretaciones idiosincrásicas, solemnes y exageradas de EL QUIJOTE, que se había acumulado, la reacción surgida ha sido sana, sí, más algo extremada también, ya que tiende a limitar el propósito de Cervantes y la evidencia de él en la obra, esencialmente a lo burlesco y paródico.
Cervantes al escribir EL QUIJOTE, sucedió que se le fueron ofreciendo ocasiones a la mano para facilitar al lector discreto y refinado una risa contenida y hasta reflexiva. En qué momento se percataría de esa tendencia, sería aventurado decirlo. Que ella existía en potencia desde el principio del primer QUIJOTE y con ella una sugestión del carisma que iría adquiriendo el protagonista, se confirma en la primerísima aventura del hidalgo : al hacerse armar caballero... EL QUIJOTE ES UNA NOVELA DE BURLAS.-
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